Las Poquianchis
- Vanessa Martínez
- 15 oct 2015
- 10 Min. de lectura

Una de las historias más sonadas en México, una nota roja que llegó a ser internacional, aquí les presentamos éste reportaje.
Originarias de Jalisco, las hermanas Carmen, María de Jesús, Delfina y María Luisa fueron el producto de un familia disfuncional, mientras su madre Bernardina devota y abnegada practicante del rezo al rosario les inculto a la religión católica, su padre Isidro ejercía el abuso del poder y la violencia amparado en machismo, cuyo acceso derivaba de su adicción al alcohol.
Ese ambiente de autoritarismo y maltrato hizo que Carmen, la hija mayor se fugara con Luis Jasso, un hombre varios años mayor que ella, ofendido en su honor Isidro la buscó, tomó de los cabellos y en medio de regaño la encerró en una celda como escarmiento al comportamiento que consideró indecente.
Fueron horas más tarde, una orden del presidente municipal llegó a Isidro y dos de sus agentes a buscar a Félix Ornelas, un rigoroso ranchero intimidador que se encargaba de pisotear las leyes, en el intento por detenerlo, Isidro le propinó un balazo a traición que le costó la vida. Durante un año se mantuvo prófugo ocultándose por diversas rancherías de Jalisco, sin embargo olvidó el encierre en el que había dejado a su hija, quien 14 meses después obtuvo su libertad mientras uno de esos abarroteros la sacó de la cárcel con la promesa de casarse.
Al igual que Carmen, Delfina, otra de las hermanas González Valenzuela, mantenía amoríos a escondidas con un hombre mayor que ella, pero al descubrirla su padre alcoholizado, le propició un golpe en la nuca que casi la deja paralitica.
A mediados de los 30’s Delfina, junto con sus hermanas, Carmen y María de Jesús consiguieron un trabajo como obreras en una fábrica de hilados y tejidos, aunque poco después Carmen se juntó con Jesús Vargas, un vividor apodado ‘el Gato’, quien en 1938 abrió junto con ella una modesta y arrabalera cantina. El negocio fructificaba pero ‘el gato’ manejó mal las ganancias y provocó su quiebra, con lo poco que recuperó Carmen, abrió un estanquillo de vinos y licores, fue precisamente la cantina de su hermana Carmen quien influyó en Delfina para instalar su primer burdel.
Fue Delfina, la más astuta de las hermanas González Valenzuela, la que estableció el primer prostíbulo, y reclutó a jovencitas ignorantes a cuyos padres hacía creer que trabajarían como empleadas domésticas.
En el Salto Jalisco, Delfina instaló su primera cantina, en ella acondicionó también una casa de citas.
En el Salto, el control sobre los burdeles era escaso, por lo que estos eran prolíferos, atraían a todo clase de clientes, entre los que estaban políticos, soldados y autoridades municipales. Las pupilas de Delfina salían a las calles tentando los clientes a visitar el burdel por las noches, hasta que 1941 un zafarrancho a punta de pistolas provoco su clausura, Delfina trasladó a sus mujeres a la feria de San Juan de los Lagos, donde con el apoyo del alcalde, alquiló dos locales para montar una cantina con varios cuartos para el sexo servicio, llamó por primera vez a su negocio ‘El Guadalajara de Noche’.
Al negocio, Delfina sumó a sus hermanas María Luisa y Carmen a quienes encargó de la cocina y caja registradora respectivamente, de manera alterna Carmen empezó a vender ropa y objetos personales a las pupilas anotando en una gruesa libreta el nombre y adeudos que cada una contraía.

Compras que se veían realizadas a comprar debido a que ya que no tenían derecho a libertad.
Al terminar la feria de San Juan, Delfina desmanteló el negocio y con dos maletas llenas de dinero, saldo de 15 prolíferos días de trabajo, viajo junto con sus pupilas a San Francisco del Rincón Guanajuato, quien instaló de nueva cuenta su negocio, en Guanajuato. Los Burdeles no estaban prohibidos, apoyada del presidente municipal de San Francisco, Aledaido Gómez, Delfina adquirió en renta una casona que contaba con varias camas, tocadores, y una silla en cada cuarto, volvió a llamar el negocio ‘El Guadalajara de Noche’. El negocio de Delfina fructificaba cuando su hermana María de Jesús, se encontró en León Guanajuato con Guadalupe Reynoso, quien la dejó deslumbrada con su escote y elegante vestido.
Laura Lárraga, alquilaba la casa a un Homosexual conocido como ‘el poquianchis’ María de Jesús, regresó al Salto con la convicción de poner su propio negocio y junto con Enelina y María de los Ángeles, dos pupilas de Delfina, retornó a León para instalar ahí su primera casa de citas, esta carecía de luz y permiso de apertura, por lo que Fernando Liceaga, secretario del presidente municipal ofreció a María de Jesús algunas felicidades para obtener sus permisos a cambio de una condición.
Para la licencia de Sanidad, María de Jesús tuvo que acceder a la misma práctica con el Dr. Castellanos.
Pero además de los encuentros sexuales que tenía que acceder por el bien de su negocio, María de Jesús recurrió a pagos de sobornos que evitaron la clausura de su negocio donde en él se suscitaban riñas o evidencias de lenocinio con mujeres menores de edad, el pago puntual a las autoridades le aseguraba la aparente protección de policías y gente de gobierno de León, María de Jesús inauguró la casa con el nombre de ‘La casa Blanca’ ´previamente repartió tarjetas entre gente del pueblo, pero esa noche fueron contados los clientes que llegaron al prostíbulo entre ellos El sacerdote y el San Cristán de la parroquia de León.
María Luisa la cuarta hermana y menor de la dinastía, quien había trabajado durante 10 años como cajera en la cantina de Delfina, había logrado juntar 39 mil pesos, y de un día para otro dejó el negocio de la prostitución y a diferencia de sus hermanas, ella nunca la ejerció, tiempo después y estando en
Veracruz, se enteraría de la captura y crueldad de sus hermanas.
Pero la codicia desmedida de Delfina la llevó a secuestrar a decenas de jovencitas que convirtió en esclavas.
A Delfina le proveían de mujeres taloneras y pupilas, Juana y Guadalupe Moreno y María ‘La cucha’. A base de engaños, ‘la cucha’ recolectaba jóvenes en Guadalajara, con el engaño de conseguirles trabajo como empleadas domésticas, técnica que también adoptó Delfina.
Y es que mientras los padres confiaban en que sus hijas estaban en buenas manos, el lenocinio de Delfina y sus hermanas, acarreó inesperados embarazos en las adolescentes, que ignorantes de los riesgos que eso acarreaba a su salud, abortaban clandestinamente en el tugurio.
Cuando el aborto provocaba la muerte de las pupilas, sus cuerpos corrían el mismo destino.
Uno de los mitos que se gestó fue el destino de los fetos, los que supuestamente eran calcinados o sacrificados, y luego introducidos en las botellas de refrescos que arrumbaban en el patio trasero del burdel, versión que fue puesta entre dicho tras la prensión de ‘Las poquianchis’.
Versión que se reforzó cuando aparecieron varios niños vivos al momento de la captura.
En 1949, Carmen González Valenzuela, la hermana mayor y administradora de sus esclavas murió abatida por el cáncer, Delfina encontró sus libretas de contabilidad, pero al no saber leer ni hacer cuentas, salvó el adeudo de sus pupilas con una condición.
Fue entonces que María de Jesús conoció un medico oculista con apellido Escalante que ofrecía su casa en venta, se trataba del ‘poquianchis’, el mismo homosexual que arrendaba su propiedad para el burdel de Laura Lárraga.
En 25 mil pesos adquirió la casa, sin embargo, la puso a nombre de su hermana Delfina, poco a poco realizó arreglos y la bautizo con el nombre ‘La barca de oro’, sin embargo, nadie la identificó como tal, estaba tan arraigado con el anterior que la gente lo siguió llamando ‘El poquianchis’, incluso su nueva dueña paulatinamente fue identificada como ‘La poquianchis’, sobre nombre que tras su aprensión también sería adjudicado a sus hermanas Delfina y Luisa, pero conseguir un negocio de lenocinio, no significó para María de Jesús alejarse de la religiosidad que su madre le había enseñado desde su niña, en su particular ética no era un pecado, se convertía en éste si se ejercía ciertas prácticas que no permitía.
Pero la llegada a su casa de dos experimentadas pupilas de origen Estadounidense, suscitó para María de Jesús el inicio de lo que llamo ‘el gran pecado y su mala suerte’, los clientes quedaban impactados por sus formas y belleza, por lo cual eran constantemente solicitadas.
Y es que por su incongruente religiosidad las hermanas González Valenzuela, siempre mantuvieron una estricta vigilancia sobre sus pupilas, evitando actos indecentes e inmorales.
Actos que cuando ocurrían eran motivos de severas torturas y vejaciones los cuales paulatinamente se convirtieron en algo cotidiano.
Golpes con clavos afilados, fierros calientes y falta de alimento eran algunas de las torturas a las que las jovencitas eran sometidas, las que ya no resultaban atractivas eran ultrajadas por animales y posteriormente asesinadas y sepultadas.
Unos de los drásticos métodos que ‘Las poquianchis’ implementaron para mantener el orden en la actividad sexual de sus pupilas y evitar que éstas escaparan de su encierro, fue la tortura.
Castigos que también consistían en hincar a las mujeres de rodilla y con los brazos abiertos sosteniendo en ambas manos y en la cabeza un ladrillo, allegados a ‘las poquianchis’ como José Valenciano Tadeo Y López Alfaro también maltrataban a las jóvenes cuando éstas cansadas intentaban escapar.
En 1962, hubo cambio de autoridades en el gobierno de León Guanajuato, muchos de los amigos de María de Jesús terminaron sus mandatos y su ausencia afecto a su negocio ya que se implantó una nueva ley que ordenó la desaparición de las casas de citas, prostíbulos y lenocinios en la localidad.
Pero el infortunio que afectó a los intereses de María de Jesús también cayó sobre Delfina quien enfrentó la trágica muerte de su único hijo Ramón Torres ‘el tepocate’.
Ramón Torres González, no poseía una gran cultura sin embargo apoyaba a su madre en el manejo y sometimiento de las pupilas, las cuidaba, golpeaba, violaba y vigilaba, evitando que escaparan del burdel, una noche festejaba con uno de sus amigos en una cantina situada a unos metros de ‘Guadalajara de noche’ pero un enfrentamiento con un sargento de la política le costó la vida.

Impresionada por la inesperada muerte de su hijo, Delfina sacó un fúsil que guardaba en un ropero, entró a la cantina pensando que el asesino se encontraba escondido tras la barra disparó destrozando todo a su alrededor, la muerte del ‘tepocate’ enlutó permanentemente a las hermanas González, que al ser aprendidas varios meses después, aún seguían portando el color negro en su vestimenta.
Tras el crimen de su sobrino, María de Jesús aconsejó a Delfina a esconderse en Guadalajara mientras se resolvía el asunto, pues aunque no mató a nadie podía acusarla de portación ilegal del arma, al día siguiente y mientras María de Jesús y las pupilas esperaban el cuerpo, luego de haberle aplicado la autoridades la necropsia, varios inspectores arribaron al ‘Guadalajara de noche’ para colocar en sus puertas sellos de clausura, creyendo que en su interior se había suscitado el asesinato, la clausura se llevó a cabo con total impunidad y dejando en su interior a más de 20 mujeres en un evidente secuestro, un día después ventajosamente les cortaron el agua y la luz.
Presas, María de Jesús y las pupilas optaron un plan para escapar del ‘Guadalajara de noche’ y recluirse en una casa que Delfina tenía en San Francisco del Rincón.
Cuatro días después de haber llegado a San Francisco, Adela Mansillas confesó a María de Jesús el contacto sexual que su hermana Ernestina mantenía con un perro salchicha, lo cual con el tiempo, ésto le provocó una fuerte diarrea y ya moribunda su propia hermana la mató a palos.
Este episodio se convirtió en otro de los mitos que envolvieron a la historia de ‘Las poquianchis’.
Durante 8 meses el alimento se acabó, las pupilas comenzaron a avanzar en un estado de desnutrición y sus cuerpos se tornaron cadavéricos y frágiles; condiciones que las llevó a padecer enfermedades y en algunos casos hasta la muerte.
Por órdenes de Delfina, el cuerpo de Flor fue enterrado en el terreno, tras su hallazgo, ‘Las poquianchis’ fueron acusadas de asesinato e inhumación clandestina.
No obstante las González Valenzuela, nunca asesinaron, para ello recurrían a sus empleados; fue precisamente al rancho San Ángel, donde ‘Las poquianchis’ trasladaron a las mujeres unos días antes de su captura.
En lo que ha sido por la falta de alimento y atención médica, En enero de 1964, Catalina Ortega escapó de ‘Las poquianchis’ y denunció al cautiverio, las torturas y las atrocidades de las hermanas Valenzuela.
El 06 de enero de 1964 y sintiéndose acorralas por la política, Delfina y María de Jesús trasladaron a las pupilas al rancho San Ángel una propiedad que contaba con tres cuartos y un extenso terreno, en dos encerraron a sus pupilas amenazándolas con matarlas si intentaban escapar o hacían ruido que las delataban, tal era la desesperación que el día 12, Catalina Ortega una de las cautivas logró escapar y llegó a la Procuraduría de León donde denunció la tortura y cautiverio en el que estaban siendo sometidas, elemento de la Procuraduría del Estado encabezados por el comandante Miguel Ángel Mota, irónicamente ha sido cliente de ‘Las poquianchis’, arribaron a la granja de San Ángel donde detuvieron a las hermanas y al grupo de mujeres.
Delfina y María de Jesús fueron trasladas a la Procuraduría del Estado donde fueron interrogadas por la participación de secuestro, lenocinio y asesinato de diversas mujeres, en todo momento negaron los cargos, agentes judiciales realizaron una inspección en la granja y rebelaron que habían sido localizados los cuerpos de 90 mujeres enterrados, fetos calcinados y huesos pertenecientes supuestamente a cuerpos humanos.
‘Las poquianchis’ Recibieron el escalo popular, fueron insultadas y agredidas y la enardecida gente intentó lincharlas antes de ser trasladadas a la cárcel de Irapuato, donde empezó el proceso que se reforzó con las acusaciones de sus pupilas, pero María Luisa la menor de las González, y quien era ajena de todo el caso de sus hermanas, al conocer su aprensión acudió a Irapuato a apoyarlas moralmente.
Luisa fue detenida y acusada de practicar ritos satánicos con los cadáveres ya que por ello le fueron encontrados pedazos de tela roja y hierbas en la ropa.
Condenadas a 40 años de prisión, ‘Las poquianchis’ no solo protagonizaron el caso más cruel de la nota roja mexicana, si no también se convirtieron en objeto de inspiración para películas y libros.
En 1976, 12 años después de darse a conocer el caso de ‘Las poquianchis’, el cineasta Felipe Casares, llevó al cine esta dramática historia. Un año después el escritor Jorge Ibarguengoitia, se inspiró en la misma para escribir su libro “las muertas”, sin embargo fue en 1992, cuando la periodista Elisa Robledo sostuvo larga conversaciones con María de Jesús González, presa en el penal de Celaya y con la cual publicó el libro “Las poquianchis’, por Dios que así fue”, una cronología en el caso donde una minuciosa investigación por la autora y el abogado Samuel cruz, salieron a la luz diversas regularidades que pusieron en entre dicho la legalidad del proceso por el que fueron sentenciadas las hermanas González Valenzuela.
El destino trágico también acompaño a dos de ‘Las poquianchis’, el 17 de octubre de 1968, Delfina, la más brava de las hermanas, tuvo una muerte espantosa en la cárcel de Irapuato a sus 56 años de edad.
María Luisa, apodada ‘Eva La Piernuda’, perdió la vida en su celda de la cárcel municipal de Irapuato en nombre de 1984 luego de ser consumida por un cáncer hepático.
María de Jesús quien se aferró en la religión, se sostenía en prisión vendiendo comida a las internas del penal, obtuvo su libertad y de inmediato contrajo matrimonio con Antonio Hernández, fue la única que falleció en libertad.
Todas las pupilas salieron y algunas se establecieron en los Estados Unidos donde continuaron por su lado en el negocio de los burdeles, sin embargo la historia de ‘Las poquianchis’ ha trascendido como algunas de las más oscuras leyendas de ámbito policiaco a nivel internacional.
コメント